¿Cómo no va a haber una entrada sobre
Pedro Subijana en salpitriquis? Imposible.
Este incansable donostiarra que iba
para médico, finalmente ha sido profesor, ha presentado un programa
de cocina en televisión, ha escrito varios libros, ha fundado
Eurotoques, pero sobre todo y ante todo es cocinero, para mi “EL
COCINERO”, con tres estrellas michelin, el premio nacional de
gastronomía y una extensa y reconocida carrera.
Estudió en la escuela de cocina de
Luis Irizar y en la de Madrid cuando ser cocinero en España era ser
“nadie”, pero ya desde el principio destacó y en seguida le
llamaron para ser Jefe de Cocina del restaurante Akelarre, a lo cual
dijo que no, porque no se veía preparado desde tan joven para ser
jefe. Finalmente, después de trabajar en distintos sitios, aceptó
estar a la cabeza del hoy tan prestigioso restaurante Akelarre, con
tan solo 27 años.
Subijana es un artista de ese arte
efímero que es la cocina, la alta cocina, y el secreto de su éxito
radica en haber compartido y enseñado los secretos de sus recetas,
junto con el resto de los componenetes de lo que se conoció como “la
nueva cocina vasca”, tan criticada por sus platos minimalistas y
caros, pero que han situado a España en el lugar en que hoy día
ocupa internacionalmente en el mundo culinario, donde restaurantes y
cocineros de nuestro país, están a la cabeza de premios, galardones
y grandes reconocimientos.
Junto con Arguiñano, Berasategui,
Arzak, Jose Juan Castillo, Ferrán Adriá, Ramón Roteta y tantos
otros, Pedro Subijana ha formado parte de la “revolución blanca de
los fogones”, donde consiguieron recuperar recetas tradicionales y
humildes, para darles el valor que merecen a partir del gusto y el
refinamiento, pero sin abandonar la tradición.
Tantos años de experiencia
investigando nuevos sabores, texturas y olores, no impiden que este
incansable e intuitivo chef siga rebosando creatividad y sea
complicado seleccionar algunas de sus recetas de tantas que tiene,
entre otras: morcillas con berzas y piparras, pulpa de tomate y jugo
de ortigas, txangurro frio con sabor de mar y germinados, salmonete
integral con fusili de salsas, gin-tonic en plato y un muy largo
etcétera.
No falta la crítica que dice que puede
ser algo extravagante y que se preocupa más por el aspecto de los
platos que por el sabor, pero esto se dice ahora que ya hemos
interiorizado y estamos acostumbrados a ver que la cocina merece una
presentación, una imagen y si ya puedes degustarla en un paraje sin
igual como es el del restaurante Akelarre, puedes estar seguro de que
no sólo se despierta el sentido del gusto.
Arte puro plasmado en un plato, eso es
para mi Subijana, y nada me gustaría más, que poder escribir algún
día un post en el que os pudiera contar lo rico que estaba todo el
día que fui a comer a Akelarre.
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