miércoles, 10 de diciembre de 2014


PSICONUTRICIÓN:
 
El mundo en el que vivimos está tan mal repartido, que mientras que unos no tienen que echarse a la boca, otros nos pasamos la vida a dieta e intentando hacer milagros para quitarnos la grasa y los kilos que nos sobran. Tan es así, que en las sociedades occidentales, distinguimos dos tipos de hambre, el hambre física y el hambre emocional.

La psiconutrición es justamente eso, aprender a comer, y comer aquello que nos pide el estómago, y no lo que nos pide el cerebro. Hay que aprender a distinguir si tenemos hambre real o hambre emocional, y para ello no podemos centrarnos en hacer una dieta restrictiva y pensar que nuestro problema estará solucionado cuando adelgacemos los kilos que nos sobran. El problema de mucha gente con hambre emocional, hambre por ansiedad, hambre por estrés, hay que abordarlo desde un punto de vista en el cual tiene que intervenir la medicina, la psicología, la nutrición y el ejercicio físico.

El estado de ánimo es fundamental a la hora de abordar una dieta, o de ser firmes, comer aquello que nos resulte beneficioso y saludable y saber decir que no a algo que no nos conviene. Muchas veces hemos podido comprobar como hay etapas en la vida en que podemos hacer una dieta sin mayor problema, y otras en las que por más que lo intentemos, nos resulta imposible y a a vez frustrante, y esto es debido al estado de ánimo, la ansiedad y el estrés.

Hay que aprender a distinguir si cuando comemos, lo estamos haciendo para saciar el hambre, o utilizamos la comida como algo que nos relaja y nos calma. Normalmente cuando tenemos hambre, el cuerpo no nos pide un alimento en concreto, sino que nos pide comer. Sin embargo cuando queremos algo concreto como chocolate, o patatas fritas, etc, ese hambre es el hambre emocional que tenemos que intentar evitar.

Cuando hablo de ese hambre que depende del estado de ánimo, no tiene que ser necesariamente un estado de ánimo bajo, sino que lo que al final hay que aprender es a gestionar las emociones, tanto las malas como las buenas, y si no sabemos es cuando se producen desarreglos y podemos tratar de calmar nuestra ansiedad con la comida. Tanto es así, que existen alimentos que esconden una relacion directa con las emociones, y suelen ser aquellos que tienen un alto grado de aporte calórico, cosa que creo firmemente si me paro a pensar que a nadie le da por comerse un plato de lechuga cuando está de bajón, o la típica imagen de la chica deprimida hinchándose a helado en el sofá mientras ve la televisión.

Por todo ello, existen psiconutricionistas que nos pueden ayudar a superar este problema y cambiar nuestro estilo de vida, y nosotros mismo tenemos que analizarnos y tratar de conocernos mejor, escuchar a nuestro cuerpo y averiguar lo que nos viene bien comer y lo que no, el tipo de ejercicio físico que tenemos que hacer, y tratar de averiguar los motivos de nuestro estado de ánimo, identificar los momentos de ansiedad y tratar de descargarla de otra manera que comiendo.

Supongo y no pongo en duda que los profesionales que se encargan de ayudarnos lo harán estupendamente, pero tambien estoy convencida de que el método fundamental es el ensayo contínuo de prueba y error con nosotros mismos, ya que nuestro cuerpo nos manda señales constantemente que tenemos que aprender a identificar.

Lo ideal y la meta de la psiconutrición es que sintamos la necesidad de hacer ejercicio y comer de forma saludable sin tenerlo que considerar un esfuerzo.